Leyendas

viernes, 11 de diciembre de 2009

 


 El diablo de Puente de Piedra*

Cuenta la leyenda que una madrugada un hombre y su carreta, tratando de cruzar un río, invocó al diablo y ofreció su alma a cambio de que le construyera un puente.

Apareció el diablo y le dijo: acepto... A lo que el hombre contestó: pero deberá estar terminado antes de que cante el gallo.

Y con velocidad escalofriante el diablo comenzó a construir el puente... Y viendo el hombre que el diablo se apretaba para poner despaciosamente la última piedra con cara burlona, se fue a su carreta, rebuscó en ella y sacando unos gallos los tomó a puntapiés y justo en el límite del tiempo, uno de ellos cantó.

Con prisa cargó de nuevo la carreta y ya sobre el puente dijo adiós al diablo.

* El cantón de Grecia tiene un distrito llamado Puente de Piedra, su nombre se refiere a un puente de piedra que, visto por debajo, se ve que falta una piedra justo donde cierra el arco. De ahí nació esta leyenda.


La madre que envejeció de la noche a la mañana

Entre montones de piedras discurren, sonoras y relampagueantes, las aguas de este río; saltan en cataratas que forman como “velos de novia” con sus espumas. En un lugar del cauce hay una gran cueva por encima de la cual brincan bramando las aguas turbulentas.

Todo esto era un pueblo de indios, nos dijo el anciano narrador. Los indios usaban grandes caracoles, de esos que también se irisan como las aguas del río a la luz del sol. Traían los caracoles de la mar de Suerre, remontando el río Cutris.

Todos esos montones y montones de piedras en el cauce del río son “guacas” en que se encuentran, junto con los dichos grandes caracoles, ollitas pintadas y muy diversas figuritas…

Los indios hacían trompetas con los caracoles; por cierto que eran más sonoras que los cachos que usamos hoy para llamarnos en el monte. Dicen que en muy remotos tiempos los indios venían a bailar en la cueva y a tocar en ella sus caracoles.

Una vez, los indios celebraban una de sus fiestas en la cueva y se llegaron a emborrachar tanto como chicha de jinocuabe que el jefe, perdida la razón y enojado, sin saberse por qué, con una de sus mujeres, le arrebató el chiquito que tenía en brazos y desde la cueva lo despeñó por la catarata.

El cielo se puso bravo y allá arriba empezaron a sacudir los cueros. Los indios, asustados por la tempestad desatada, huyeron a los montes. Pero la india madre no huyó; se quedó en el río buscando a su niño; iba empujando piedras que rodaban como truenos al despeñarse en la corriente embravecida.

Tantas y tantas piedras empujó que llenó la cueva. Y tanto lloró la pobre que, de la noche a la mañana, se hizo vieja… Todavía hoy, cuando brama el torrente crecido por las lluvias, parece que es la india la que está derrumbando las piedras, en busca de un chiquito.

Una vez, dos amigos que andaban cazando tepezcuintles, dicen que la vieron: iba por las orillas del río llamando al chiquito, soplando con su caracol para que la oyera; empujando, desesperada, grandes pedrones y, por fin, la vieron meterse en el hueco que era sin duda la entrada de la antigua cueva.

Por eso dicen que allí asustan y por eso al río lo llaman el Río de la Vieja y por eso sus aguas corren salteando entre tantos y tantos montones de piedra.

Tomado del libro Leyendas Costarricenses.


La leyenda del Zurquí

A pocos kilómetros de la ciudad de San José se encuentran los valles del volcán Barba.

Hace muchísimos años vivió allí una princesa térraba llamada Turi Uha.

Turi Uha vivía tranquila en su poblado en donde gobernaba su padre, el cacique.

Pero un día, un guerrero, que tenía la frente alta como una montaña, cruzó los bosques del Zurquí para llegar a la tribu Térraba.

Él buscaba a Turi Uha, la mujer a quien amaba, la flor de sus valles.

La princesa también amaba al guerrero, pero debían huir juntos en busca de otras tierras, lejos de sus tribus, ya que estas eran enemigas y no permitirían su unión.

El amor no puede crecer en el territorio de la guerra, por eso Turi Uha huyó por la montaña con el guerrero.

Sólo la acompañaron algunas amigas.

Cuando el cacique padre de Turi Uha se dio cuenta de ello enfureció y marchó con sus guerreros en busca de los fugitivos.

El retumbar de los pasos y el chasquido de las ramas rotas al correr se oyeron por toda la montaña. Y el enamorado guerrero, el de la frente alta como una montaña, cayó muerto por sus perseguidores.

Su alma subió a la cima del cerro, allí donde, según la creencia de su gente, habitan los muertos, en la morada del dios “Sibú”.

La princesa y sus amigas continúan huyendo a través de la selva. Turi Uha, en su pena por la muerte del guerrero, quiere alcanzar la cima, donde habitará con el alma de su amado.

Y mientras huyen de sus perseguidores, ocurre algo maravilloso: poco a poco sus cuerpos se vuelven ágiles, su piel se transforma en sedosas alas… han quedado convertidas en mariposas, que alzan vuelo para alcanzar al cielo.

Por eso suele vérseles en grandes cantidades por las mágicas cumbres del Zurquí.
Tomado del libro Leyendas Costarricenses.


La Chancha. María Mayela Padilla escribió en forma de poesía esta leyenda que le escuchó a sus padres y abuelo durante su infancia en San Ignacio de Acosta.



8 comentarios:

Anónimo dijo...

!que bueno¡

Anónimo dijo...

Hola, está genial. Muy buena idea.
Tengo otras leyendas pero no grabadas en video, sólo escritas. Las pueden encontrar en mi libro "Leyendas ticas y otras vainas" en http://mariamayela.260mb.com en la sección en Prosa y en Verso.
Saludos.
María Mayela Padilla

Anónimo dijo...

José Antonio.
Visité su página, muy interesante la manera de narrar las leyendas. Esta es mi página Web:
http://radioveracruz.webcindario.com/Radio_Veracruz.htm

Anónimo dijo...

ocupo la leyenda que se llama el due{o del monte

Cuentos Ticos dijo...

No estoy muy seguro cuál es esa, pero déjeme revisar y le aviso.

Anónimo dijo...

ocupo la leyenda de la llorona

Unknown dijo...

Aca hay otras leyendas Leyendas Nicas

Anónimo dijo...

Bueno

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